“Él me quiere, esas cosas pasan… y sé que a veces soy un poco bocazas”

Vivimos en una época en la que la mujer sufre mucho la violencia de su pareja o ex pareja sentimental, pero no sólo la mujer, puesto que el hombre también es víctima de este tipo de violencia.

En numerosas ocasiones esta violencia es consecuencia de un trastorno psicológico poco conocido como es la celopatía. Todo el mundo sabe los que son los celos, pero ¿alguien sabe realmente lo que es la celopatía?

La celopatía es la máxima expresión de los celos. Los celos siempre han sido identificados con el amor, todos hemos oído la expresión “si es celoso/a es que te quiere mucho”, pero ¿hasta qué punto es verdad?

Personalmente opino que los celos son la expresión de nuestra inseguridad frente a una relación amorosa, pero esto no quiere decir que sea algo malo, de hecho es una reacción normal cuando nos damos cuenta de que podemos llegar a perder el cariño y la atención de la persona que amamos, cuando vemos que nuestra relación se ve amenazada, ya sea por otra persona o ya sea por un factor externo o interno a la relación.

Pero, ¿qué ocurre cuando llevamos esa desconfianza hasta el extremo? Los celos se vuelven anormales cuando son intensos y constantes, cuando ese sentimiento se convierte en irracional y obsesivo que provoca en la persona que los sufre conductas de control obsesivo sobre su pareja (que hace o deja de hacer, a quién ve, como se viste, etc.)

La persona celópata tiene la idea delirante de que su pareja le es infiel, aunque no tenga ninguna prueba de ello. Confunde la relación sentimental entre dos personas con la posesión, se creen dueños de su pareja y se obsesionan en controlar todos sus movimientos con el objetivo de “pillarle” en su infidelidad. Se centran en hechos insignificantes para acusar a su pareja, siendo casi imposible hacerle cambiar su idea y reconocer su error.

En los casos más extremos llegamos a las conocidas cómo Violencia de Género y Violencia Doméstica, que como he comentado al inicio, puede afectar tanto a hombres como a mujeres.

Os adjunto, por si interesa, el estudio estadístico realizado por el Instituto Nacional de estadística sobre Violencia Doméstica y Violencia de Género del año pasado.

“No se desea quemar las cosas, solo ver el fuego en ellas”

Esta semana, debido al gran número de incendios que están sucediendo en España y Portugal, quiero dedicar la publicación a intentar analizar un poquito más la enfermedad psiquiátrica llamada Piromanía. Pero hay que entender, antes que nada, que la mayoría de los incendios no son provocados por pirómanos y sí por imprudencias o simplemente por lucro o satisfacción de hacer daño.

La piromanía está calificada bajo el epígrafe de Trastornos destructivos del Control de Impulsos y de la conducta en el DSM-V, los cuales se caracterizan por la presencia de una necesidad incontrolable de llevar a cabo un acto perjudicial o ilegal, sin tener en cuenta las repercusiones de este.

Quién lleva a cabo estos impulsos siente placer, relajación, interés, curiosidad y/o atracción.

¿Quién no ha sentido nunca atracción por el fuego? Muchos de nosotros, cuando éramos niños, nos quedábamos mirando fijamente al fuego porque era algo relajante, al menos en mi caso. Pero cuando ese interés no disminuye y sigue aumentando con en la edad es cuando podemos comenzar a hablar de la posible existencia de una enfermedad psiquiátrica.

John Orr es un capitán de bomberos e investigador de incendios del Departamento de Bomberos de Glendale en el sur de California, que fue muy conocido en la década de los 80, y no precisamente por ser capitán de bomberos. Orr también es conocido por el apodo “The Pillow Pyro” (Pirómano de la almohada) pues provocó más de 2.000 incendios que se cobraron la vida de cuatro personas.

El modus operandi de Orr era provocar fuegos usando un dispositivo incendiario de sincronización, generalmente era un cigarrillo con una goma elástica envuelta alrededor del extremo encajada en una caja de cerillas y todo ello envuelto en ropa de cama.

Cuando John encendía el cigarrillo atado a la ropa de cama que daba lugar al fuego, no conseguía nada, ni enriquecerse, ni vengarse de alguien, nada… Lo único que Orr obtenía era placer y el gusto de ver arder a su alrededor.

¿No es irónico que un bombero sea quién provoque incendios?

Aquí tenéis un pequeño documental sobre sus crímenes.