Siguiendo en hilo del artículo de la semana pasada, esta os voy a contar la historia de Jeffrey Dahmer, psicópata y asesino en serie.

Posiblemente con ese nombre no os suene, pero si lo llamo por el nombre que le pusieron, es posible que ya os suene: “El carnicero de Milwaukee”

Cuando ciertas tendencias agresivas se desarrollan en una persona y se mezclan con las condiciones idóneas, el resultado es que ese individuo pueda llevar a la acción sus deseos trastornados.

Su infancia fue tranquila, a la llegada a la pubertad comenzó a tener algún comportamiento errático, debido a su condición sexual (se sentía atraído por hombres) que ocultó debido a la incomprensión de la sociedad de la época.

Éstas fueron sus palabras “alrededor de los 14 años comencé a experimentar ideas obsesivas sobre violencia entrelazada con sexo. Se volvían cada vez más fuertes y no tenía a quién contarle, por lo que decidí ocultarlo”.

Su homosexualidad le causaba un gran conflicto interno por lo que comenzó a beber alcohol, en parte para evadirse de su propia realidad.

Cometió su primer crimen a la edad de 18 años, Jeffrey volvía a casa cuando recogió a un autoestopista y se ofrece a llevarlo a su casa para tomar algo. Cuando el chico quería marcharse, Dahmer le golpeó con una barra de hierro en la cabeza, y después lo estranguló.

A partir de ahí, siempre que Jeffrey mantenía relaciones con hombres tenía por costumbre adulterar sus bebidas con somníferos para que cayeran inconscientes, puesto que le gustaban que los hombres fueran sumisos.

En determinado momento decidió dejar de intentar controlar sus impulsos criminales, y decidió darles rienda suelta. Le seguía gustando drogar a los hombres para mantener relaciones sexuales, e incluso una vez acababa con su vida, le gustaba seguir practicando sexo con el cuerpo hasta que estos comenzaban a pudrirse.

Le gustaba guardar los restos de sus víctimas (una vez desmembrados), pero con el paso del tiempo el olor comenzó a ser insoportable, por lo que decidió comprar un recipiente donde disolvería los restos en ácido.

Pero no terminó ahí su obsesión de guardar partes de los cadáveres como trofeos, sino que decidió comerse partes de los cuerpos para mantenerlos así dentro de él, según dijo “Eso [comérselos] me hizo sentir que ellos se convertían en una parte de mí”.

Siempre había logrado huir de la policía hasta que una de sus víctimas logró escapar de la casa de Dahmer y avisó a una patrulla que estaba por la zona.

Jeffrey Dahmer fue condenado a 957 años de prisión por el asesinato de 15 personas, la mayoría menores de edad. Sus abogados intentaron alegar enajenación mental, pero el tribunal lo declaró sano y sentenciado a 15 penas de prisión perpetuas.

“Es difícil para mí creer que un ser humano podría haber hecho lo que yo he hecho, pero sé que lo hice”

The Jeffrey Dahmer Files (2012)

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