Muchos creen que la reinserción de un preso es prácticamente nula, por ello lo reclusos que se destinan a ella son prácticamente inexistentes.

Desde que empecé a estudiar criminología, y sobre todo él por qué de los crímenes, me llamó mucho la atención el mundo de la reinserción social.

¿Qué tal difícil es reinsertar a un preso?

Sinceramente creo que no es tan complicado, pero como requiere esfuerzo y dinero es mejor decir que quien ha cometido un delito, lo volverá a hacer en cuanto salga a la calle.

Con esto no quiero decir que todos los presos se pueden reinsertar, pero sí que hay hacer un esfuerzo para ello pues todos somos personas que merecemos ser oídas y algunas se merecen una segunda oportunidad.

Existen muchas técnicas de reinserción que ayudan enormemente como por ejemplo los modelos penitenciarios de los países Escandinavos, en los que apuestan por los presos con penas en régimen semiabierto en los que los propios funcionarios conviven con los presos.

En el centro penitenciario de Madrid III han implementado un método que ayuda tantos a presos en su rehabilitación como a los terapeutas. Se llama Terapia Asistida con Animales de compañía, y es los animales tienen dos cosas que ayudan: dar cariño y hacerse querer, y eso es fundamental en la reinserción social, por ello apostemos por un futuro mejor.

Últimamente he estado viendo el documental de Netflix “Inside the world´s toughest prisions” y me ha llamado mucho la atención un capítulo en específico.

Para quiénes no habéis visto el documental, os lo recomiendo, el periodista pasa unos días en las peores prisiones en cuanto a seguridad, principalmente en América Latina, aunque también en alguna europea.

Lo que más me ha llamado la atención es un capítulo en el que va a pasar unos días a una cárcel totalmente opuesta a lo que vemos en el resto de la serie, una prisión en Noruega donde apuestan totalmente por la reinserción del preso.

Noruega ha demostrado que tratar a sus presos como seres humanos funciona y mejora tanto la convivencia dentro de la cárcel, como mejora también la posibilidad de un futuro cuando los presos vuelvan a estar en libertad.

En el sistema penitenciario noruego tienen el llamado, principio de normalidad, según el cual el día a día de una persona en la cárcel no tienen porque ser diferente de un día normal en libertad, queriendo con ello conseguir que los presos no noten una brecha enorme cuando cumplan sus condenas y no sepan ni cómo es vivir nuevamente en sociedad.

La mayoría de los presos inician su condena en una prisión de alta seguridad, pasando más tarde a una de menor seguridad con la idea de crear una transición gradual de la presión a la libertad, en incluso algunos presos son transferidos a casa de adaptación cuando ya están finalizando su condena para permitir una existencia todavía más parecida a la vida fuera de la prisión.

Los países escandinavos tienen una alta tasa de reinserción gracias a la educación de los presos y a su sistema de prisiones, pero además también tienen una de las tasas más bajas de encarcelación del mundo. Escandinavia es una sociedad altamente educada donde las diferencias sociales son ínfimas, lo que evita que las personas tengan que recurrir a trabajos ilegales para sobrevivir.

Cuando un escandinavo –bien sea un islandés, un finés, un noruego o un sueco– es condenado por violación a la ley penal, es enviado a hacer parte de un programa de rehabilitación o socialización que incluye distintas actividades de orden pedagógico: música, arte, lectura e, incluso, agricultura. Bajo estas actividades aprenden el valor del trabajo y de la ética y el ejercicio de sus talentos naturales como fuerza productiva del país. En otras palabras, son formados intelectualmente, de modo que aprendan a integrarse en el mundo en que viven y a identificarse con su realidad.

Por tanto, la reinserción es posible siempre cuando haya educación.