¿Qué ocurre cuando un delito prescribe?

La prescripción de delitos viene contemplado el artículo 132 del Código Penal. Concretamente en el apartado número uno de dicho artículo se establece que “un delito prescribe a los veinte años cuando la pena máxima señalada al delito sea prisión de quince o más años”.

En España hay un delito que ha prescrito siguiendo este artículo, y es un delito que ocurrió hace más de 20 años en un Cortijo sevillano. Estoy hablando de “El crimen de los Galindos”.

El 22 de julio de 1957 en un cortijo de la pequeña localidad sevillana de Paradas se cometió un quíntuple asesinato, a día de hoy sin resolver, para que el tiempo se hubiese tragado al criminal o criminales.

La primera víctima que fue encontrada fue el capataz de la finca Manuel Zapata, asesinado a golpes; la segunda víctima fue su mujer que también fue asesinada a golpes.

La tercera y cuarta víctimas fueron el tractorista Ramón Parrilla y su esposa Asunción, que estaba embarazada.Ellos fueron asesinados mediante disparos y más tarde, intentaron quemar los cuerpos en el establo.

La quinta y última víctima fue otro tractorista, José González. Según las investigaciones esta muerte fue accidental porque se ha probado que cuando José llegó a la finca sorprendió a los criminales (o criminal) intentado quemar los cuerpos, y éstos al verse sorprendidos le dispararon varias veces, pero éste consiguió escapar hasta que se desplomó en el suelo, y los criminales lo remataron con otro disparo.

El crimen fue descubierto por los jornaleros de la finca que vieron salir un intenso humo del cobertizo, y al llegar al cortijo se encontraron con los cadáveres de cuatro personas, siendo que el cuerpo del capataz fue encontrado días más tarde, haciendo pensar en un momento que el culpable era él.

En aquella altura no se tenía tanto cuidado en la recogida de vestigios en el lugar del crimen que pudieran apuntar hacia algún sospechoso, quedando el escenario del crimen alterado y las pruebas manipuladas, rompiéndose así la cadena de custodia.

Entre los móviles del crimen se apuntó a los celos del tractorista Ramón respecto de una supuesta relación entre su mujer y el capataz de la finca, apuntándole con el dedo la culpabilidad, pero se desestimó esta teoría. También se barajaron otros móviles, todos ellos desestimados.

¿Celos, drogas, rencillas personales, legionarios asesinos? Quizás las causas sean muy diferentes, pero una cosa está clara: 41 años después del macabro crimen, es muy difícil que se aporte algo de luz a lo ocurrido aquel día.

“… y de pronto no sentía placer solamente con acariciarlos y violarlos”

Delinquir bajo los efectos de sustancias estupefacientes.

Este es el tema del artículo de esta semana. ¿Hasta qué punto cometer un crimen bajo los efectos del alcohol o cualquier otra sustancia te hace inimputable?

El alcohol, concretamente el etanol, es una droga psicoactiva cuyo principal efecto asociado es la relajación y la alegría, pero ¿será que algunos criminales necesitan de estar ebrios para cometer crímenes?

Para Luis Alfredo Garavito era una condición “sine qua non” para haber cometido 140 asesinatos confesos, pero se estima que pudo haberle sesgado la vida hasta a 192 personas.

Todas sus víctimas eran menores de edades comprendidas entre los 6 y los 16 años.

Su modus operandi, era llamar la atención de los niños y adolescentes mediante engaño con dinero o con cualquier otro medio para que se fueran con él a dar un paseo, y cuando el menor mostraba signos de cansancio, se bebía una botella de cualquier licor y comenzaba a golpear al menor.

Aunque no sólo los apaleaba, también llegó a mutilarlos e incluso abusaba sexualmente de ellos.

En numerosas ocasiones, Luis se sentía avergonzado de sus actos, llegando incluso a buscar ayuda psicológica, pero la atención que le dieron fue para un sujeto con “depresión reactiva” (este tipo de depresión se da como consecuencia de un estrés mayor como una ruptura de pareja, la muerte de un familiar, pérdida de empleo, etc.)

Poco tiempo después de recibir la ayuda psicológica, Garavito comenzó a sentir una atracción muy fuerte hacia menores de edad, en sus propias palabras:

“Muchas veces me ocurrió que llegaban menores de edad al supermercado donde trabajaba a comprar algo, a mí me iba dando un deseo como lo que yo siempre he denominado una fuerza o un impulso de estar con ese menor de edad, acariciarlo, violarlo. En las horas de almuerzo aprovechaba, dos horas, y me iba para la vecina población de Quimbaya. Allí accedí a varios menores…[…]…únicamente los acariciaba, los amarraba, les quitaba la ropa y los violaba, pero finalizando el 80 y a comienzos del 81, me voy para la ciudad de Sevilla, me llevo a un menor, y de pronto no sentía placer solamente con acariciarlos y violarlos”.

En la desfigurada psiquis de Luis Garavito se había establecido la fatídica asociación entre el dolor ajeno y el placer propio, asociación que en muchas ocasiones desemboca en el matrimonio entre el sexo y la muerte. Cuanto más daño infligía a sus víctimas, más placer sentía.

Pero como he comentado antes, estos impulsos no acallaban su conciencia moral, que aunque no le frenaba, sí que le atormentaba, llegando incluso a buscar una justificación bíblica para cometer tales actos buscando el perdón divino. En más de una ocasión confesó que tenía que beber para poder cometer tales atrocidades, puesto que si no, no podría hacerlo.

Os dejo una entrevista que ofreció Luis Garavito desde prisión